Por la Vía Lampiana llegamos a Argentiera, un pueblo que se dedicaba a la minería de la plata (que le da el nombre) y del zinc, donde nos dan una ostia tipo Rita Barberá. No sería la última, debo decir. Pero merecida, eh? No sé qué ideas tendrán en la cabeza estos bichos, pero me encantan y hacía un montón que no comía unos tan grandes y sabrosos. Y mejillones de los de explosión de sabor. La terraza con aires de mar, en manga corta, perfecta compañía y el sidecar adornando la acera de enfrente.