Amanecemos en pleno centro de la ciudad de los enamorados y el plan de hoy es de infantería: deambular.

Familiar, como en casa, uno de los primeros encuentros es un peirón que añado a la colección de peirones.

La guía básica de los cuerpos de este país: si salen corriendo son bersaglieri. Si llevan un gorro con bomba: carabinieri. Los alpini también merecen muchos respetos. Unos metros más allá de donde se celebraba el evento, se alzaban las carpas donde se recogían firmas para invalidar o repetir un referendum acerca de la independencia de esta zona

 

Una ciudad llena de monumentos.

La maravillosa Piazza delle Erbe, con las paredes pintadas, por fuera!, el símbolo de Venecia, el balcón con escaleritas que me llamó la atención, la estatua enccadenada.

 

La arquitectura se entiende mejor si sabes latín. A estas alturas, el cuello empieza a acusar tanto mirar hacia arriba. Como cuando volamos cometas en Arborea.

Algunos de los detalles de la catedral: una mujer guapísima, con la expresión más serena que yo recuerdo haber visto jamás, el increíble órgano, una costilla de elefante, seguramente de los tiempos de Aníbal, colgada del tacho y un pollo muy chulo que adornaba una columna.

Un ecce-hommo local al lado de San Juan Bautista. Nada que ver con el nuestro de Borja.

Todo el aceite de gran calidad que estamos tomando estos días, se obtiene lógicamente de olivos, que están más que presentes no solamente en el campo, sino también en la ciudad en general y en la catedral en concreto, en el ángel de la puerta y en otro, en pleno vuelo y en un escorzo no muy común.

Por debajo de mi cadáver!! Y aquí están los restos de uno de los amigos del famoso Dante, siempre presente por estas tierras, encima de un arco de paso a la iglesia de Santa Anastasia.

La mezcla de gente, alas, espadas y caballos siempre me ha encantado. Lo que no había yo visto tanto son los perros.

 

Comiendo en un recoleto apartadito, nos advierten del bacalao a la Vicenza, pero no tiene nada que se pueda comparar con el ajoarriero en la fuerza.

En la rivera opuesta del Adigio, que viene a ser como el Ebro, salvando las distancias, se encuentra el polvorín austriaco, diversos castillos, puentes, torres… no hay manera de dejar de mirar. Admirar.

Las birras junto a la arena nos cuestan 12€ y aunque llevamos ya unos días en Italia, hoy es cuando probamos la primera pizza.

Hay muchas bicis aparcadas y también circulando, pero no hay carril bici y no parece un problema. Cuelgan de muchos balcones las hiedras y esa otra planta con los tallos a la vista y escasas hojas.  Los arreglos «herbales» están muy extendidos.

 

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El poder del amor

Las agujas del reloj de la fortaleza que cruza sobre el rio. Es un puente fortificado!

Una mudanza aún más corta que la de Rijeka nos lleva a una habitación en un hotel de diseño, con alusiones a Fiorucci y multitud de enchufes en todas las paredes.

Y un estilo desenfadado, divertente y sugerente.

¡Viva la ciudad de los enamorados!

Para mañana, planeamos acercarnos a ver en Saló (también conocida por la peli de Pier Paolo Pasolini) el palacio de Mussolini, de cuando la ciudad fue República Solial Italiana y dar la vuelta al lago en el sentido de las agujas del reloj para que la rivera quede del lado del side. Eso es estrategia cinematográfica!