Cada año ocurre en esta localidad un viaje en el tiempo que lleva a julio de 1938, en plena guerra civil. La reconstrucción de los hechos hasta el más mínimo detalle hace que la experiencia resulte única. En el pueblo se puede visitar el Museo de La Batalla del Ebro.

Viaje espacio-temporal. El furriel Rosco, presunto infiltrado, aporta todo lo necesario para la misión, incluyendo pan inglés, pero comprado en Rusia, una brújula con fecha de fabricación y gorra.

Siguiendo los carteles amarillos «hacia la batalla» llegamos enseguida al lugar del evento, unos minutos antes de que diera comienzo, muy puntual, a las 12. Contundente!

Supongo que muchos teníamos a Gila en mente. – Que así la guerra, da gusto, sabe?

 

Yo misma infiltradilla en las filas. Se comenta que hay rencillas con el otro bando, no sé, como si no se llevaran bien. Mis enemigos! Juas!

Los coetáneos de mis héroes como escritores y pilotos: Roald Dahl y Saint- Exupery. A ver, pero yo sabía de antemano que por la tarde ganaban los otros!

El Legionario y el Turuta acompañando a Mohammed Mizzian (A.k.a. morabito).

La aviación sobrevuela el Ebro atacando las barcas de los Republicanos en pases rasantes. Mientras tomábamos un aperitivo escuchando a ratos pasodobles.

Y en maniobra rápida y certera triunfan en su propósito tomando la posición justo antes de la comida! Que no por estar en el otro bando hay que quitarles mérito.
 
Aunque en esta ocasión hayamos perdido, cada año se puede elegir bando, con la gran ventaja de que siempre sabes si vas a ganar o perder… esta batalla!