Nos despertamos prontísimo y cuando nos levantamos sigue siendo muy pronto. Nubes muy amenazadoras al abandonar el Alcántara. Tanto nos amenazan que salimos con los trajes de agua ya puestos. Nuestra misión de hoy es tomar el barco que nos llevará a Calabria, y vamos allá.

Ayer las noticias hablaban sobre una rebelión en al norte de Cerdeña en Sassari algo porque 150.000 inmigrantes llegaban de golpe.

Me he dado cuenta de que en más de una ocasión, en poblaciones no demasiado grandes, está bastante extendido pasar una cuerda atada a un gancho por una roldana clavada en el balcón para izar bolsas a los pisos superiores. En algunas cunetas aparcan camiones o motocarros pick up con fruta y verdura para vender. A Messina por la costa son 48 kilómetros pero en cada pueblo se hace un bucle. Tardamos toda la mañana. Húmeda.

Nunca había visto a un grupo de inmigrantes tan recién pescado. Son atendidos por la cruz roja a la sombra de uno de esos cruceros masivos. Marca.

Bien, pues a pesar de todas las indicaciones «biglietteria» aquí NO se venden los billetes que nosotros necesitamos. Después de soportar el habitual lío de las grandes ciudades y su tráfico infernal – No había visto un atasco como el de Mesina desde que vivía en Madrid -, de haber esquivado con mucho éxito la lluvia que parecía inevitable,… nuestros billetes hacia el continente NO se venden aquí.

Encontramos dónde los venden, claro y nos cuesta 13’13 €. En total. A los 3. Ya no llueve. El barco que nos cruza, en apenas 15 minutos se llama Caronte, muy romántico y apropiado para un país que tiene una calle dedicada a Dante en casi cualquier población.