Desde Nazaré hacia el sur se alterna la arena a nivel del mar con acantilados que desembocan también en el agua, pero varios metros por encima.
En algunos, las paredes eran negras como el asfalto, pero lisas como el hielo. En otros como el de Santa Cruz tienen paredes de arenisca, rocas agujereadas por donde se entretienen – aparte de los de siempre – pajarillos con plumas rojas debajo de la capa parda. Por la parte de arriba, sus bordes parecen los de la cartulina que quemábamos para que pareciera un papiro antiguo – (qué optimistas, ahora que lo pienso!)