Comemos en Riposto, que es una población muy marinera, en un primer piso, mirando al mar. Acabamos de visitar el mercado de peces situado dos calles más allá y, dos mesas más allá, un señor que tiene una voz ronca como el motor de un barco. Clavadita a la del Padrino.
En Corleone comimos como obispos en el mismo sitio que lo estaban haciendo el carabinero y el repartidor. Aquí también hemos dado en el clavo, eligiendo para comer el lugar donde lo hacen los locales. Ya hemos tomado el anti pasti y para cuando llega el pasti hemos comido tanto que casi no podemos con el café. Y eso que nos hemos vuelto a saltar el segundo y el postre!