En esta etapa de la ruta por Turquía en moto con sidecar recorrimos la península de Galípoli, bordeando el estrecho de los Dardanelos.
Cuando nos despertamos, es una hora más a bordo del Óptima Express. Realiza su ultima parada, con cinco horas de demora, en Edirne. Allí comienza nuestra etapa de la ruta por Turquía en moto con sidecar que nos llevó hasta el sur de la península de Galípoli.
Fronteras desde el tren Óptima Express
Durante la noche, mientras dormíamos, habíamos cruzado Serbia y ya por la mañana el tren se detenía en la frontera con Bulgaria para el consabido sello de pasaportes.
La última frontera había sido la propia turca, con dispositivo de reconocimiento facial incluido. En todas las estaciones en que se detenía el tren un montón de gatos acudían a mendigar unas sobras de comida al pie de los vagones.
La llegada a las 11h., varias de retraso sobre la hora prevista, refuerza la creencia de que es arriesgado contratar el barco de vuelta con poco margen. Sin embargo, la grata experiencia nos anima a contratar en ese momento la vuelta en el maravilloso tren.
El primer contacto del sidecar Ural con Turquía.
Una vez descargado el sidecar, cambiamos liras – limitado a 2.000 por día – y tomamos rumbo sur por la península de Galipoli. En principio nuestra elección es autovía, acostumbrándonos a la forma de conducir con cambios de sentido desde el carril izquierdo!
La primera comida en territorio turco, y también la mayoría de las siguientes, no va regada con cerveza, pero está deliciosa y costó 4 veces menos que en España.
Después de varios kilómetros nos adentramos por las secundarias del interior para conocer un poco la vida en Turquía profunda. Pretendíamos además encontrar vestigios de la famosa batalla que se libró aquí durante la Primera Guerra Mundial.
En sidecar: Turismo bélico y cultural en Turquía
Temiendo que no nos diera tiempo a ver atardecer en la costa, volvemos hacia el mar, aunque la carretera que corre bordeando el Estrecho de Dardanelos no resultó ser muy rápida, pero sí muy cultural. De hecho, hasta cruzamos el escenario de un evento teatral cuyo patio de butacas estaba siendo instalado precisamente ¡en la carretera! Al más puro estilo de los pueblos de Alcalá del Júcar 😎 Tanto que corrimos peligro de tener que huir en serio.
El museo de la Guerra, las fortificaciones así como varias estatuas de soldados acarreando bombas diseminadas por el camino contaban la historia. Hasta un cuadro en la recepción del hotel daba explicaciones de la batalla naval, una de las más importantes del episodio.
Tapas mediterráneas al atardecer en los Dardanelos
Contemplamos el atardecer durante la cena, en que no faltaron gatos de gorra. Probamos una de las desconocidas especialidades de la tierra: los mejillones rebozados. Mientras, en el Estrecho de los Dardanelos, a todas horas, todo el rato, los enormes barcos se deslizan lentamente, entrando o saliendo del Mar de Mármara.
Mañana un ferry nos llevaría a la otra orilla.