Al menos en la zona norte, parece que a la población portuguesa no le gusta demasiado las aglomeraciones. Desde un mirador en Seia se puede apreciar el horizonte tachonado por casas aisladas o formando pequeños núcleos hasta bien lejos.

Esto se traduce en el mapa en un entramado de carreteras en el que cada punto está unido a otros dos formando triángulos sin lados predominantes, haciendo la ruta un poco dificil de recordar.

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Además, ocurría que solemos llevar el mapa convenientemente plegado en la sobredepósito. PERO Portugal es un país estrecho y el mapa de Michelín iba a contrapelo en esta ocasión.

Por supuesto el GPS queda descartado y al final resultó que es más cómodo guiarse por el sol y la intuición que por el mapa.

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