El plan de hoy es recorrer el país. Empezando por ejemplo por un laog que hemos visto en la tablet un poco al oeste de Tomislavgrad, que tiene un nombre chulo. Mientras cambia el llavero del águila bicéfala de la Ural por el de la marca Ural a secas, Julián intenta que yo comprenda la guerra librada aquí, las fronteras y la política en general. Después lo intenta con la historia mientras recorremos la ciudad con las paredes de los edificios agujereadas y buscamos unas buenas botas a cambio de las chinas ya famosas en este viaje.

Gracias a la navegación avanzada, nos alejamos de Mostar dando un rodeo, subiendo a las colinas que guardan la ciudad desde el oeste. Debido a eso nos ganamos una instructiva visita al barrio donde se establece la sede de los ultras de aquí.

Siendo yo axárquica por parte de padre, me hace gracia que el ligallo local anime aquí al Velez.

Además de musulmanes también hay en Mostar católicos, como muestra, una imagen de las que me gustan, con las palmas abiertas hacia arriba.

Desde esta montaña se domina Mostar.

Desde allí despedimos las ya famosísimas botas.

 

Me llama la atención un coche sin matrícula. Luego veo otro, circulando también. Al tercero me propongo dejar constancia gráfica del fenómeno: es que hay un montón de coches sin matrícula por estos lares. WTF pasa aquí?

Lo de los carteles con la parte cirílica tachada es cosa de los nacionalismos.

Cruzamos llanuras inconmensurables. Las casas tienen el huerto estrechito y tan alargado que el final se pierde en el horizonte. De vez en cuando se ve una vaca, pero no en el prado, sino en el jardín. También gallinas y ocas junto a flores ornamentales como otros tienen los famosos enanitos.

Esto es Kovaci, y esto es el cementerio, pero no es el famoso de Sarajevo.

Comemos al borde de la carretera por muy pocos euros, el doble en kms – y aún nos han sobrado sardinas, pan y un quesito. La moneda de Bosnia es el Konvertible Maraca, aunque algunos aceptan euros y otros no, dependiendo de su ideología, supongo. Se me hace raro pagar en kilómetros!

El lago que queríamos alcanzar realmente merece la pena. Tiene un brazo más estrecho que avanza sobre una llanura que debe ser de lo más fértil. Al principio parece un rio.

Luego ya ensancha y se convierte en un lago más convencional.

Cansados del frío helador cambiamos de planes y giramos al oeste en el lago para alcanzar la playa. Nos separa de ella el parque natural de Biokovo, famoso por sus abismos, el más profundo de casi 800 metros de profundidad.

Las montañas de esta cordillera parecen montones de piedras. Simplemente piedras amontonadas.

Después de cruzar una brecha en la escarpada pared, se alcanza el mar, aunque pilla un poco abajo, pero es agradable verlo de nuevo!

En la población más cercana hay un géiser y una leyenda acerca del viejo método de limpiar los pecados por medio del genocidio.

Nos encaminamos hacia el sur, dejando el mar a nuestra derecha con la intención de bajar Dubrovnic, a la lengua y luego subimos. A los 10 minutos cambiamos de planes: haremos noche en Marskarska y tomaremos el barco en Génova. Ya llegados, Damian, que espera alerta a los turistas en busca de alojamiento, nos ofrece una habitación por 35€ en lugar de los 60€ con rebaja del hotel convencional.

Además, en su kel tenemos parking.

Estamos en Croacia, donde dos pivos son 24kn. Más concretamente en Marskarska , bonita población marinera.

Lógicamente con marineros, con mujeres de los marineros, y con gente con instintos naturales delatados por las zonas más brillantes del metal. Ayyy!

Con el Biokovo dominando el interior, Marskarska está en cuesta. Paseando arriba y abajo por las estrechas calles, obviamos la noche etílica ni falta que nos hace. El alcohol de alta graduación aquí también se sirve de 3 en 3 ml. Y mañana? Mañana bordearemos el Adriático hacia el norte.