Gloriosa llegada a Montenegro, con audio de Lola Lolita sonando a todo trapo y el inclinado dedo de Dios amaneciendo e iluminando a medida que se alza, los pueblos aislados en los valles que producen esas cumbres que alcanzan el cielo. Grandioso.
Una vez en tierra, movida en la aduana porque de manera inexplicable no encontramos la carta verde del sidecar. Yo miraba el mar a nuestra espalda como única alternativa para nosotros tres, pero afortunadamente esta es una de las veces en que me he reconciliado con la tecnología durante el viaje. Que el guardia montenegrino sepa inglés es una baza a nuestro favor, en contra, que no funcione la impresora conectada al ordenador con acceso a internet y que no tengan conexión a internet en el ordenador que sí podría imprimir. Bastó enseñar en el móvil el correo que la gestora había enviado a Julián con el documento adjunto.
La gente del Bar, como no podía ser de otra forma, muy amable, y curiosamente uno de ellos fan y ufano propietario de un sidecar. Se ven carteles de «sobe» que despiertan mi nostalgia de la otra vez que vinimos a Crna Gora – siempre he pensado que decir «sobar» en lugar de «dormir» viene de aquí . La tecnología falla: se ha llenado la tarjeta. Espero que se haya grabado esta iglesia tan preciosa. Trazamos el plan de hoy: por la costa, antes de llegar a Budva, que es lo turístico, nos desviaremos a Niksic, hacia el norte, con la intención de llegar a Durmitor en algún momento. Allá vamos!
Las botas de 18€ mueren. No han durado ni 18 horas y gano la apuesta! Rápido apaño con la cinta americana. Por la costa encontramos una pequeña isla habitada, no tan cercana como Taormina, pero también muy chula.
Siempre hay alguien más friki que tú, y en esta línea sobrepasamos a un ciclista con un perrillo de pasajero. – Es español! – grita Julián. – Españoles! – Grita el ciclista. Nos detenemos un instante para compartir experiencias. Son Pablo y Hippy, un bombero y un golden que nos invitaron a conocerles mejor: https://bikecanine.com/.
Subiendo desde Kotor, nos ponemos el mundo por montera. Se ve el aeropuerto y gran parte del país en forma de maqueta después de las 12 curvas a derechas – con sus correspondientes a izquierdas, claro.
La subida después también es brutal y nos deja en un valle precioso donde se vende miel, queso y… jamón con vino, para qué más? Tan bien maquetados los carteles que es fácil aprender el vocabulario 😛 Estamos bordeando el parque nacional Lovcen, de colinas suaves y suelo verde.
Las obrasen la carretera me despistan y resulta que nos hemos apartado de nuestra intención inicial. Hace ya rato que hemos perdido el desvío a la izquierda que nos llevaría a Resna. Estamos peinando Montenegro, y ahora nos encaminamos hacia Cetinje. Pero no hay problema: el país mide poco más de 100kms de lado a lado.
En la carretera a Pogdorica hay paradas de bus que parece que no pudieran tener jamás pasajeros en potencia, pero las poblaciones aquí están muy dispersas, no hay territorio desierto.En la cuneta algunos puestos vendiendo higos.
Cambio de planes: desde Pogdorica hacia el norte, a Nicsik. No se cuándo apagar la cámara, todo es demasiado precioso como para no llevárnoslo, aunque sea digitalmente. El rio Moraca a la salida de la ciudad por el norte nos acompaña durante gran parte del recorrido.
Paramos a comer. En una pantalla gigante ponen vídeos calientes de la tierra y en la otra las apuestas del jackpot, carreras de galgos y la loto. Juega hasta el camarero. En la mesa, como entrantes ya servidos, la costumbre es ofrecer unos huevos duros. Tomamos el tradicional mixed grill que ya conocemos muy bien y la ensalada de tomate, pepino, queso y cebolleta. Si bien, hay que hacer notar que yo no recuerdo que se empleara tanto el inglés como en esta ocasión. Vinos son bastante buenos y con amplia variedad, pero los sirven frios.
Es un país estupendo, addemás de montañas y valles, el Marlboro a 2.80€ y la gasollina a 1.07€.
En el camino encontramos túneles sin iluminar. Carteles en que no pone nunca las distancias a los sitios. La carretera está llena de piedras y los guardarraíles oxidados.
A los lados, la forma de apilar la paja, diferente en cada territorio me llama la atención. Apunto hacer un post específico sobre este tema.
Me gustan los camiones yugoslavos que nos cruzamos. El pastor que nos cruzamos en lo alto es un puro cuento, nos enseña la palabra bonita y buena: «Davro».
Me fijo por primera vez en mi vida, urbanita que es una, en la inquietante forma que tienen los ojos de las cabras, con esas pupilas alargadas e inclinadas de forma que cuando pastan quedan paralelas al suelo.
Una vez en los límites del Durmitor, subiendo a Zablak recorrimos los 8 kms. más fríos e inciertos del viaje. Habrá una habitación allí para nosotros? Se nos comerán los osos por la noche? Moriremos congelados? Habrá un mañana? Yo empuñé el tirachinas por si acaso.
A pesar de la imponente presencia de las montañas en el horizonte, el terreno aquí es bastante llano en contraste. Las casas se alzan dispersas con tejados inclinados preparados para la nieve. El frio es intenso, tanto más cuando yo, como una pardilla, al salir de casa en verano hace más de dos semanas, no recordaba cúanto frío se puede llegar a pasar en una moto en invierno y obvié la ropa adecuada para esta situación!
Uno de los deseos conseguidos: la iglesia que habíamos visto construir durante un viaje anterior, ahora ya está acabada e incluso dispone de un pequeño cementerio bastante poblado.
Zablag es una estación de esqu. Aunque ahora no hay nieve, estamos a 1500 metros de altitud y se nota mucho!
La recepcionista del hotel entendió perfectamente la situación por ósmosis y nos dio la llave casi antes de pedirnos el pasaporte siquiera. Llegar a la habitación fue bendito, pero ni la ducha más caliente, ni el potente edredón consiguieron que abandonáramos la cama, donde permanecimos apretados uno contra otro durante un buen rato.
Tuve tiempo de contemplar con detalle una de las innumerables pegatina que aparecían en cada uno de los enseres del hotel. Por lo visto se trata de una donación de una entidad turca para controlar los datos biométricos de los viajeros. Oh!