Quién me iba a decir que hoy era el día de la delincuencia juvenil!

Mirando el pronóstico del tiempo, que anuncia lluvia a mares, decidimos pasar hoy el día como infantería sin coger la moto. En Zadar nos ocurrió también que no podíamos prolongar la estancia en el mismo hotel. Rejuveneciendo, hacemos la mudanza más corta de la historia a una casa muy yugoslava en la calle principal que al principio daba un poco de miedito por ser un hostel como el de la película Hostel, pero está fenomenal. Muy acorde con los tiempos de la Casa de Jampol – de Singer -, que me estaba leyendo.

Por supuesto sin ascensor, pero con una escalera muy bonita.

Igual que en el Crucero Marina que acabábamos de abandonar, en la cabañita de Pluzine y en las tiendas Ikea la temporada pasada, hay pasión por los colores ácidos en la decoración interior.

Las vistas a la calle principal, Korzo, y al puerto que acabamos de abandonar, son exclusivas.

Realmente, aunque lo hubiéramos planeado, no nos podía salir mejor!

En un café de la vía Korzo asistimos a la mayor lluvia que yo recuerde, sin amainar ni gota. Solamente arrecia. Más café. Son las 11:30 y no escampa!

Cuando por fin podemos caminar sin empaparnos nos damos una vuelta por el centro de la ciudad. Esto de la itinerancia me trae por la calle de la amargura: whatsapp está capado en muchos sitios.

Comemos en el restaurante de ayer.

Ya que la entrada al hotel la hicimos creativamente, no recogimos el ticket que deberíamos entregar a la salida. Nuestra partida será igual de creativa. Planeamos la salida del parking del puerto, ruta de escape y huída. Con dos opciones que evaluaremos convenientemente en su momento, dependiendo de la garita que abran y dónde se sitúen los vigilantes de a pie.  Una vez determinado el plan, seguimos de infantería. Las fachadas están desconchadas y sucias, pero son bonitas, señoriales.

Tiene algunos detalles encantadores.

Y mucha historia. Historia italiana, de cuando esto se llamaba Fiume.

Historia naval, derivada de ser uno de los puertos más importantes de Croacia. En definitiva muchas, muchas historias.

Hay bandadas numerosas de estorninos.

Pocas motos en Rijeka, pero muchas en Split. Llega el momento de la misión de escapada. Al final Julián se salta los planes actuando con nocturnidad, mientras yo espero pichingona y a salvo, envuelta en la manta que todo garito de pro debe tener en las terrazas. La primera vez que lo vi fue en Odessa, donde igual que aquí, las sombrillas son más paraguas que otra cosa.

Imbuídos por las cancionelas, el jamón, la ópera y las birras, planeamos para mañana la siguiente etapa: hasta Verona, la ciudad de los enamorados, son poco más de 200kms. Sea!