La máquina de guerra permanece impasible aparcado en lugar privilegiado al lado del Marina. Nuestra vecina de muelle, la estrella de mar, se ha movido un poco, quizá huyendo del abundante agua dulce que viene de la superficie.

Compramos un paraguas y echamos a andar. Damos un paseo por el mercado para comprar gayumbos. Hay conchas finas y chanquetes! Los peces parpadean? Tienen las agallas muy rojas.

La camarera del bar que está justo en el lateral se extraña de que se puedan comprar entradas para algo en ese edificio  del que cuelgan paneles anunciando conciertos. La parte buena es que en ese bar nos invitan porque la máquina de hacer facturas está estropeada. La rusa de recepción es una grulla antipática que no facilita la operación, (debía ser funcionaria desde que Tito era cabo). Intentamos aprender lo suficiente en croata para comprar las entradas para la Heroica esta noche: «Kupiti carto, molim». Y resulta que lo conseguimos!

Y sin comerlo ni beberlo al principio, se organiza gran fiesta en Rijeka, con guitarra, guitarrista, acordeón, acordeonista, malagueña salerosa y vino y jamón!!! El hijo de Valencici, agradable eslovena que también hacía coros con nosotros, aprende español en el colegio, pero es el único – según nos cuenta ella.

Comemos en un lugar muy recomendable, la típica ensalada de tomate, queso y pepino y sopa de los peces que habíamos visto por la mañana en el mercado y luego más cosas muy ricas.

El concierto: la Metamorfosis acaba fenomenal, y la Heroica un poco menos épica de lo que a mi me gusta, pero el compositor de la pieza del medio no llegó a calar en mi.

Empecé a sospechar caundo el vestido de la soprano cubrió la silla.

Por la noche salsa en el barco y para mi sorpresa no son los del MC «No Limits» los que hacen más ruido, sino una nena de 5 años!!. Mala pedrá le den… a sus padres!!