Desayunamos por nuestros medios en el albergue juvenil y nos encaminamos hacia Verona como habíamos previsto ayer. Los apenas 15kms. que nos separan de la frontera con Eslovenia son de bosque maravilloso.

Las piedras están totalmente cubiertas de musgo y las copas de los árboles se juntan por encima de la carretera. El bosque huele a boj o algo parecido.

En las montañas Cicarija, Lanisce es uno de los últimos pueblos de Croacia antes de llegar a la frontera con Eslovenia.

Entramos en Eslovenia un momentito, apenas 20 kms. El sidecar no se limpia por más que llueva, pero ese barrillo, junto con la pintura de camuflaje acentúa el aspecto guerrero que cuadra perfectamente con las concertinas fronterizas.

Salimos del pais por la puerta de arriba.

Y entramos en Italia muy cerca de Trieste, con un cambio evidente de presupuesto destinado a carreteras que para los maños es un fenómeno de lo más conocido. En este caso Aragón sería Eslovenia 😛

Llegar desde arriba tiene sus ventajas, a medida que descendemos de la meseta se ven horizontes más abajo, y en cualquier momento asomará el mar! Y también, a medida que descendemos, la temperatura va subiendo, de momento alcanza los 24º!

Esta vez, para entrar en Trieste el camino es muy fácil: nuestra carretera desemboca justamente en el inicio de una de las avenidas que cruzan la ciudad.

Dónde si no en Italia habría esta concentración de escuters tan numerosa!!

Fue aquí en Trieste donde Carlos V pidió alojamiento a los Habsburgo y éstos apenas pudieron contribuir con un modesto pisito de 23 salas principales (!)

Los carteles en italiano y croata? En italiano e italiano del norte? La ignorancia me desborda, tengo que reconocerlo.

Comemos en la pizzería napolitana. Hoy es domingo, al igual que en Francia, mal día para repostar en las gasolineras si eres extranjero. Quizá no tan conocidos como los bersaglieri o los carabinieri, los alpini, son uno de los cuerpos significativos de Italia.

Adelantamos a 7 en la autovía! Cambio de planes: vamos por Treviso y pagamos 0.40€ en un puente privado por el que no había pasado nunca un sidecar.

Mucha gente vive en el polígono industrial encima o al lado de la nave su negocio. El resto del camino transcurre entre viñas, grandes planicies y las iglesias y sus torres propias del suelo italiano. Pasamos de Venecia y de Padua porque somos así de chulos y porque ya lo hemos visto otras veces. En Vicenza, nos comemos un atasco monumental porque las tiendas abren los domingos por la tarde.

Y  llegamos a nuestro destino con el sol casi oculto por completo, y en medio de un atasco que me recuerda mucho a Madrid, pero nos da tiempo a caminar un poco por la Piazza Erbe, fijándonos en el balcón de dos pisos, el león, el peirón, el edificio con gente arriba y el coloreado. Esto hay que verlo más despacio, pero por lo poco que he visto, a lo mejor se convierte en mi nueva ciudad favorita de Italia, por encima de Gubio y Perugia. En la junior suite del hotel Verona, para compensar las penurias del hostel de ayer, después de desordenarlo todo, decidimos quedarnos un día más.