De nuevo hemos vuelto salvos y un poco sanos de un recorrido de más de 4.000 kms. por tierras de nuestros vecinos del sur, y podemos contarlo. De hecho, ya lo estoy contando: de aventura en moto por Marruecos.

La suerte y la lluvia en el desierto nos acompañaron desde antes del principio hasta después del final de esta operación, por eso, tuviera el nombre que tuviera en un inicio, ésta es la 

Operación Baraka, la de la suerte y la lluvia en el desierto: Aventura.

Los momentos estelares de esta historia fueron ver el Valle de los pájaros desde el cielo, con Fátima, al culminar la pista de Tiza por el Atlas y la tormenta de arena en el desierto inundado y hecho un vergel.

Si bien ya habíamos conocido Merzouga llena de ranas después de una lluvia, en esta ocasión las lagunas rodeaban los riads y no eran ranas sino sapos los que se movían por los alrededores del riad. También las llanuras que se cruzan en el camino hacia Zagora pasando por Alnif lucían una capita de tiernas briznas de hierba de tal forma que visto a ras, el verde predominaba sobre el suelo.

Sobre ver a Fátima en el albergue de Tiza, a 2.300 mts de altitud, – a mitad de la pista que une N’Kob con Tinghir cruzando la cordillera del Alto Atlas -, lo digo en sentido literal, porque así se llamaba la mujer que nos sirvió un té allá arriba, pero también porque estoy segura que la Vírgen de Fátima y todas las otras vírgenes cuidaron de esta pobre alma embarcada en una Ural  por aquellas peligrosas, polvorientas, descarnadas y empinadas montañas. Tanto es así que los holandeses conduciendo 4×4 que nos siguieron en aquella aventura felicitaron al conductor efusivamente por la proeza. Lo cuento todo aquí.

Existen otras muchas anécdotas sin las que una aventura no es tal, como la avería – una avería por viaje, al menos – que permite comprobar que la mecánica es más fiable que la electrónica en muchas ocasiones, la pequeña invasión del sembrao por una ligera pérdida de control de la rueda delantera, la inocente invasión del territorio familiar con la consecuente y justificada amenza de lapidación, … pero he intentado recordarlas en:

El resto de la aventura en moto por Marruecos:

  • Los preliminares pasan por Aína, el río Mundo… Conocemos el efecto caona de fluidos. Comprobamos una vez más la certidumbre de la frase  «el mapa no es el territorio«, de Robert Anton Wilson, con un ejemplo de distancias en el mapa y en la realidad: de Lucainena a Níjar. Los gurullos que se comen, y no confundir la frontera con carretera en la tablet. Bienvenidas las tapas en Almería y: oteando desde la Alcazaba.
  • Desde Melilla: la frontera siempre es un lío. Un tiburón en vespino se cruza con nsotros. Uno de esos hechos surrealistas si se sacan de contexto. Las batas blancas para ir al colegio de colores.
  • Desde las Gargantas del Ziz. Despertar con el pájaro Luis en uno de los dos circos colosales del viaje. La señal de tornados y la tormenta de arena. Siempre llueve en el desierto.
  • Desde Merzouga: el desierto verde y los vegetales cargados de pinchos por Alnif. Tres joyitas ignotas. El circo del desierto (el segundo de este viaje) y los carteles «entra usted en el desierto«.
  • Desde M’Hamid: Sin luz hasta el meridiano superior, subida por el Valle del Draa y la pista del Tiza. Durante la cena, el Barça-Valencia en la tele mientras se escucha la llamada a la oración.
  • Desde Tinghir: por la mítica Agudal e Imilchi, esto es geología en estado puro. El asfalto y los carriles bici-burro están llegando incluso aquí.
  • Desde Kenifra: nos perdemos nada más salir y vemos monos en un lago. ¡Cuánto barro! Dos heroínas moteras en las fuentes de Rabiá.
  • Desde Sidi Harazem: Después de una noche de perros, nos metemos de cabeza en el Rif. Una de las comidas más exquisitas del viaje: las sardinas (con Coca-cola) todo por 3€ los dos.
  • Desde El Jebha: Visita a la medina de Tetuán, con secreto incluido. El gorrilla más profesional que conozco, y, al igual que lo haría el guardia en la garita de la aduana de Ceuta poco más tarde, nos remarca que hay que llevar el casco puesto. Supongo que fué el último día legal sin casco en Marruecos.
  • Desde Ceuta, donde celebramos el día de la Hispanidad, nos recibieron en el Puerta de África con birras y desayunamos con porras. Español. Vuelta a la civilización, a la publicidad. Comida con mantel y vino blanco enfriado en Estepona.
  • Epílogo: en casa (ajena), varados por el huracán Leslie, alcachofando. Promoviendo la única avería del viaje, que no podía faltar un poco de mecánica.

Mención especial para las anécdotas menores de esta aventura en moto por Marruecos: aprendiendo árabe cuando normalizan el bereber, las averías, los pájaros, la geología y el TOP3 montañas, la comida (que no gastronomía, supongo), y el sinfín de recuerdos. Los materiales los coloqué en este bodegón:

El camellito de cada año en las Gargantas de Ziz, después del Túnel de los legionarios, el puñal bereber de la cumbre del Tiza, la pulserita, las piedras iguales por fuera pero diferentes por dentro, el billete con la cara del finado Hassan II, un terrón de azúcar monumental, media torta de pan para dar a las bestias en caso de peligro, las babuchas de gipsy gitana, el cenicero irrompible de la medina de Tánger…

Nos vemos en la próxima, Marruecos,
¡siempre nos regalas aventura!